jueves, 23 de agosto de 2007

¿La literatura agoniza o todavía hay quienes la defendemos como tal?

Hace unos días escuché a alguien decir que la literatura pensada como arte es muy interesante y útil para abordar temas de las Ciencias Sociales o Naturales, en fin para poder enseñar "lo que hay que enseñar en la escuela".
Yo me preguntaba en ese momento que pensarían mis alumnos, va... ustedes si yo les propondría trabajar un tema de las ciencias a partir de una de las maravillosas novelas que están leyendo. Y como no puedo ser tan onnipotente de creer que tengo la respuesta de cada uno es que les ruego me cuenten en los comentarios que creeen que le pasaría a esa literatura que los tiene cautivados.



¿Moriría en ustedes la intriga por leer? ¿Se volvería más interesante la lectura?
¿Estos libros no nos están abriendo mundos maravillosos más allá de las ciencias? ¿Es necesario obligarlos a enseñar ciencias? ¿No nos desarrollan la imaginación increiblemente? ¿Por qué quitarles a los textos de ciencias que hablen sobre eso que saben? ¿Acaso no tenemos que aprender a leer texto expositivos?

Como podrán ver surgieron en mí más preguntas que respuestas que no pude callar, por eso los desafío a ustedes que son los que padecen las decisiones docentes a que me cuenten que les parece...

Gracias por el espacio robado, espero sus comentarios.

1 comentario:

Gabriela Monzón dijo...

Ale: sólo puedo atreverme a citar a Magdalena Helguera, una uruguaya que de los libros para chicos saben bastante:
"[...] La creación literaria es una vivencia que marca profundamente tanto al autor como al lector, si ambos se sitúan en una postura activa ante la obra. Para un niño o niña la experiencia de leer puede ser, debería ser siempre una experiencia muy fuerte, equiparable a jugar, andar en bicicleta, dormir en carpa, zambullirse de un trampolín, hacerle upa al hermanito recién nacido o ir al baño de noche con la casa a oscuras. A veces alegre y divertida, a veces cargada de desafíos, algo triste o atemorizadora, la lectura creativa es –como la escritura, la pintura, la música– una verdadera experiencia de vida, siempre emocionante, siempre digna de ser vivida. Y como toda experiencia de vida, no siempre enseña, pero siempre educa. La literatura bien leída, por sí sola, sin moralejas, sin aclaraciones ni subrayados ajenos, forma personas porque sensibiliza haciendo sentir, desarrolla la inteligencia haciendo pensar, siembra tolerancia y mejora la comunicación porque nos pone por un rato a vivir en el pellejo de otros.
El libro por sí solo tiene poder de educar, pero para eso hay que dejarlo ser libro, como hay que dejar al niño ser niño. El libro de literatura educa como educa la vida, no como educa el maestro, no puede enseñar mejor que el maestro con su presencia diaria, su afectividad y su preparación pedagógica. El libro de literatura infantil, si no es una obra de arte, busca acercarse a esa meta, ronda el arte, se alimenta de arte. En esa búsqueda, como toda manifestación artística, debe luchar constantemente con la concepción del arte como actividad inútil y poco productiva, pero además debe luchar con las fuerzas pedagógicas que pugnan por apartarlo de su verdadera razón de ser.
A veces queremos que el cuento o el poema hablen por nosotros. Parecería que la dignidad literaria le diera a las palabras una fuerza que nuestra voz no tiene, olvidando que todo lo que se dice en un libro lo dijo una persona que no tiene por qué ser mejor persona que el maestro.[...]" ("Que el cuento sea cuento")
Un beso grande:
Gaby

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