martes, 26 de junio de 2007

ESCRIBIR PARA RECONSTRUIR NUESTRO RECORRIDO POR LA ESCUELA


El texto que tengo el placer de compartir hoy con todos ustedes fue realizado por mi alumna Gisela Cuatrim en el marco del Concurso “FELIZ CUMPLEAÑOS ESCUELA NORMAL” en el año 2006. El mismo obtuvo el tercer premio en su categoría. ¡Lástima que solo recibió el diploma!
Felicitaciones Gise y te invito a seguir escribiendo y a acercármelo para poder compartirlo a través de este medio con todos tus compañeros.



RECORDANDO MI VIDA EN LA ESCUELA NORMAL

Empecé a venir a esta escuela a los 4 años, iba al turno intermedio con la seño Marcela, en la salita azul, allí aprendí a escribir más o menos. Con ella y mis compañeros fuimos a visitar una granja, donde había un montón de animales.
Luego en jardín de 5 conocí a la seño Rosana, en la sala verde, en el turno mañana, y ahí empecé a leer y a escribir bien, conocí a muchos amigos nuevos.
Un día con la seño fuimos al salón de actos a ver una obra de títeres, estuvo re divertido.
Después yo y todos mis compañeros pasamos a 1° grado, con Carmen, aprendimos juntos a restar y sumar. Carmen era re buena con todos y siempre compartía su sabiduría con nosotros.
Todos juntos pasamos a 2° grado con Sonia, con ella aprendimos a dividir y muchas cosas para compartir. ¡Qué suerte que la tenemos de vuelta!, porque yo ya la estaba extrañando.
Pasamos a 3° grado con el profe Osvaldo, con él, me re divertí y seguramente que mis amigos y amigas también. Me acuerdo cuando el último día de clases compartimos bebidas y comidas.
En 4° grado aprendí mucho y por supuesto me re divertí. Alicia era re buena y divertida, Claudia siempre estaba con buena onda, Carina estaba dispuesta a enseñar lo que no entendíamos y Mónica enseñaba muy despacio, para que todos podamos aprender.
Y ahora estoy en 5° grado, todas las seños son re buenas. Fuimos al parque Berduc a jugar partidos de fútbol y aunque no ganáramos las seños siempre tenían una sonrisa para nosotros. Este año vamos a ir de viaje a Rosario y seguro que la vamos a pasar muy bien.
También quiero contar que a Mónica ( la seño de inglés) la tengo desde los 6 años, es re buena. Me encanta estudiar inglés y más con buenas seños, amigos y amigas.
Quiero agradecer con toda mi alma y corazón a esta querida escuela, por haberme dado educación y aprendizaje.
Por eso a mi escuela le deseo un muy feliz cumpleaños.
Quiero agradecer a todos los maestros, por estar conmigo cada vez que no entiendo algo y por ser tan amables.
Y también a todos mis amigos y amigas, por enseñarme el significado de “AMISTAD”.
Como tu emblema lo indica: siempre y en todo lugar estarás en mi corazón, a lo largo de toda mi vida, gracias querida Escuela Normal.

GISELA CUATRIN
Actual alumna de 6ºaño "B"
Paraná, Entre Ríos.

domingo, 24 de junio de 2007

A DISFRUTAR ESTE MARAVILLOSO CUENTO


RECOMIENDO ESTE CUENTO DE BRUJAS PARA TODOS MIS QUERIDOS ALUMNOS Y PARA VALENTINA, LA MÁS MARAVILLOSA DE LAS SOBRINAS. LES ACONSEJO QUE APROVECHEN A LEERLO EN ESTE BLOG PORQUE NO SE CONSIGUE EN LAS LIBRERÍAS NI EN NUESTRA BIBLIOTECA. PREPARÉNSE UN RICO VASO DE JUGO Y UNAS GALLETITAS DE CHOCOLATE Y A LEER. GRACIAS GABRIELA POR CONTAGIARME LA MAGIA DE ENSEÑAR LENGUA Y POR PERMITIRME PUBLICAR ESTE FANTÁSTICO CUENTO DE TU AUTORÍA.


BRUJA EN APUROS



Filomena era la bruja más mala que uno pudiera imaginarse. Tan, pero tan mala, que medio pueblo estaba realmente muy enojado con ella. Tanto que muchos de ellos le empezaron a negar el saludo, porque las cosas ya habían pasado de castaño oscuro.
Nunca había habido en Villa La Anastasia una bruja peor. Y justo tenía que pasarle a ellos, que siempre habían tenido una buena bruja que los socorriera, ya que -en ese sentido- prejuicios no tenían. ¿Se temía que no lloviera lo suficiente?: allá iban a consultar a la bruja, ¿se tenía dolor de panza?: también, ¿sospechaban que el perejil no iba a brotar tupido ese año?: una hechicera estaba para eso. Pero Filomena, era otro cantar.
Al principio cuando empezaron los percances pensaron que se debía a su inexperiencia (olvidándose de todos los aciertos anteriores), pero de un tiempo a esta parte no pegaba una, era una máquina de pifiarle, ni que se la hubieran cambiado por otra. Hasta sospechaban si no se la habrían raptado los extraterrestres y les habrían devuelto una fallada de reemplazo.
A Doña Lola le había dado un tesito para el reuma y resulta que al otro día amaneció rubia, a Lucas -el carnicero- le había hecho una cataplasma para la tos y al rato se le había dado por cantar estilo tenor y estaba espantando la clientela. Porque, una cosa era un bife duro pero un carnicero con delirios de Plácido Domingo que desafinaba más que la máquina de cortar carne, era otra cosa… y así seguía la lista.
Los tomates de la Clotilde que charlaban en la huerta toda la noche, los callos de Don Fulgencio que habían desaparecido pero ahora le maullaban los talones, los enamorados que no podían dejar de regalarle flores a los objetos de su afecto y aunque eso no era tan grave (si bien no había jardín que resistiera el asalto permanente)… ¡la de amores secretos que se habían hecho públicos!
Filomena estaba verdaderamente afligida, mucho, porque antes de esas catástrofes consecutivas y reiteradas, no habría brillado por la clientela o por el éxito de sus pociones pero pasaba, sin embargo esto no tenía nombre.
Afligida y con mucha vergüenza se dirigió al almacén de Don Toto, que si mal no calculaba debía ser la única persona que -con su flamante esposa- estaban en buenos términos con ella. El matrimonio le vendía con la simpatía de siempre porque habían sido beneficiados por uno de sus chascos. La pobre Luisa, la empleada del almacén de Don Toto desde hacía veinte años, había aparecido una mañana tempranito con un ramo de cardos (única flor que consiguió a raíz del saqueo) descubriendo así su apasionado amor por el patrón y este le había propuesto casamiento enseguida.
Allá iba Filomena, agarrando fuertemente su cartera y la sombrilla a lunares cuando dando la vuelta la esquina se dio tal topetazo con otra persona que venía en sentido contrario que … perdió el conocimiento.
Y cuando digo perdió el conocimiento es precisamente eso: cuando abrió los ojos no sabía quién era y no conocía a nadie. Ni siquiera veía con claridad a quien estaba hablando con simpatía frente a ella.
-Discúlpeme, estoy tan avergonzado, fui un bruto, ¿cómo no miré por donde iba? Caminaba concentrado en otra cosa, mil perdones… ¿Está usted bien? ¿Será tan amable de decirme su nombre?
Filomena cerró un ojo y lo abrió, después repitió el proceso con el otro. Pero la cosa no mejoraba, los achicó, los agrandó, ladeó la cabeza para un lado, para otro, …y nada. La verdad era que de cerquita no veía un pepino… Aunque al menos ya se acordaba quién era y cómo se llamaba.
La persona que se hallaba junto a ella se alejó hacia la ventana (a esta sí la veía bien), y de pronto se le aclaró la visión y se dio cuenta de que se trataba de un joven doctor más lindo que un helado de dulce de leche.
Cuando quiso hablar, a Filomena le tartamudearon hasta las orejas, pero hizo de tripas corazón y dijo con el mayor de los aplomos:
-Me llamo Filomena, ¿Y usted es…?
El muchacho le sonrió con unos dientes que eran un poema y unos ojos verdes más preciosos que caramelos de menta, y le dijo:
-Soy Alejandro Valdés, el nuevo oftalmólogo -y con cara de preocupado- ¿Se encuentra bien?
Y Filomena, que sería la bruja más desastrosa, pero era también la bruja más joven y bonita que habían tenido en el pueblo, se ruborizó de puro contenta.
-Sss-í-í, disculpe pero no lo vi, yo también iba pensando en otra cosa- comentó desolada. Y así, sin darse cuenta cómo ni cuándo había empezado, se encontró relatándole todos sus pesares y desgracias: los tomates charlatanes, los callos maulladores, el carnicero cantor, la locura de amor y las flores… y miles de otros eventos desafortunados.
Alejandro la escuchó muy atento, recostado contra el marco de la ventana, y cuando le pareció que iban llegando al fin de las desventuras, se animó a preguntarle:
-Dígame Filomena, no quiero ser indiscreto, pero ¿tiene que leer en algún libro las soluciones para los problemas de la gente o se las acuerda todas?
-Ehhh, bueno, e-es-te-eee… ¡eso es un secreto de bruja!- protestó no muy convencida pero luego se animó porque ni una bruja podía negarse a responderle a esos ojos tan gentiles- Sí, el diario de mi tatarabuela…
-Mmmmm, creo saber qué es lo que falla con sus hechizos. Mire, -dijo tomando una plantera- este helecho que me regaló mi mamá está un poco maltrecho con el viaje, lléveselo, y vea que puede hacer con él. Yo pasaré esta tarde por su casa, después de la consulta.
Filomena, salió, maceta en mano, más contenta que unas Pascuas, ya olvidada totalmente de que esa mañana se dirigía al almacén de Don Toto.
Y así de alegre, ni bien llegó a su casa, comenzó a trabajar con el diario de su tatarabuela. Sin embargo, la alegría no le duró toda la tarde, ya que para las seis -que era la hora en que Alejandro iría a buscar el helecho- Filomena estaba echa un mar de lágrimas, rodeada de guías de hojas verdes, rojas y azules, florecidas, que ronroneaban, decían la tabla del tres, silbaban bajito y bailaban contentas.
Nunca, nunca, se había visto un helecho tan multifacético, que ya de helecho tenía muy poco en realidad.
Cuando Alejandro fue a golpear la puerta, una rama de flores anaranjadas se anticipó y la abrió, y el panorama que vio desde el umbral fue de lo más insólito: Filomena sentada en el medio de la cocina, despeinada y con pilas de pañuelos de papel arrugados a su alrededor, con un libro frente a ella, y todos los artilugios imaginables para hacer pociones. Mientras, las ramas del helecho mutante hacían un bochinche descomunal.
Al oftalmólogo se le arrugó el corazón de pena y le dieron unas ganas locas de regalarle a la bonita bruja todas las flores del vegetal trastornado que crecía y crecía en la pequeña cocina. Sin decir una palabra, entró despacito y sacó del bolsillo un estuche y un objeto que guardaba en su interior.


Filomena no oyó nada y sólo sospechó que algo sucedía cuando sintió que un cosquilleo le jugaba en las orejas. Abrió lo ojos y le pareció que todo había cambiado a su alrededor, como si … ¿hubieran cambiado el foco, limpiado los vidrios de la ventana, ajustado el zoom de la cámara?
¡No! …Era que sus ojos veían el mundo por las ventanitas de unos lentes de marco violeta… Y al lado de ella estaba el nuevo oftalmólogo de Villa La Anastasia, con una sonrisa de oreja a oreja y ¡una brazada de flores de su antiguo helecho!…
Bueno, para qué les voy a contar más… sólo les puedo decir que ya no hubo inconvenientes con las pociones de Filomena, porque una cosa era ponerle al caldero un ramo de tomillo y otra muy distinta era leer un vaso de tornillos…
Sí, como dije, todo va bien, excepto cierta fecha en la que se cumple el aniversario de aquel ramo de flores que le regalara Alejandro a Filomena, ese día toda Villa La Anastasia enloquece y otra vez les ataca la primavera…
Ese día ellos no atienden; el matrimonio del oftalmólogo y la hechicera, cierra cada uno su consultorio y se sientan a tomar mate a la sombra del antiguo helecho, cuyas ramas se pusieron de acuerdo y dejaron de hacer cada cual lo que se le antojaba -por fin- pero ahora todas recitan versos...


Gracias de nuevo.
AUTORA: MONZÓN, GABRIELA - Prof. de Castellano, Literatura y Latín - Lic. en Lenguas Modernas y Literatura.
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